¿Cuántas veces hemos escuchado la frase: “Las apariencias engañan”? Al menos unas cuantas, ¿no? Pues bien, ¿es dicha frase tan sólo una forma de volvernos inseguros, o es que realmente intenta descubrirnos algo trascendente? A mi parecer, tiene un sutil tono de advertencia, como si nos retuviera un segundo, como si nos apelara a detenernos un momento para pensar, pero… ¿en qué?
“El mapa no es el territorio, y el nombre no es la cosa nombrada.” Alfred Korzybski. Si nos mencionan esta frase en una importante reunión, entonces diremos tal vez: “Muy sabio. ¡Pero qué cierto!” ¿Pero acaso tenemos idea alguna de lo que Alfred Korzybski quiere delatarnos con estas palabras? Muy superficialmente hace referencia a lo pobre que es un mapa en su información, por más detallado que sea. Nunca logrará mostrarnos la verdadera realidad de una zona, a las justas alcanzará a exhibir sus más conocidos y difundidos detalles, pero en un lugar no sólo se esconden sus características geográficas, están también sus riquezas culturales, sus creencias, sus costumbres, su gente. Eso no se revela en un simple y pobre mapa.
Además, el nombre de una cosa no es siempre lo que ésta significa, se limita a ser únicamente un significante. Es decir, que para cada individuo un objeto vendrá a contextualizar una realidad muy distinta, un diferente valor. ¿A qué me refiero con muy distinto? Por ejemplo, un caso muy concurrido, el alcohol. Para unos será este mismo una manera de diversión, de desinhibición, de poder hacer cosas que sobrio no las harían. En cambio, para otros es una manera de desahogo, un tipo de consuelo en el que intentan olvidar sus problemas, sus penas, su peso. Mas terceros sentirá que el alcohol es un tormento, una sombra que los persigue, un contexto del que no pueden escapar, el homicida de sus vidas. Es por eso que Alfred Korzybski manifiesta que el nombre no es la cosa nombrada.
Todo esto se da porque cada persona vive una realidad diferente. Detrás de cada sujeto con el que nos relacionamos, se esconde todo un nuevo mundo desconocido para nosotros, reservado únicamente para el dueño de esa realidad. Es decir, que cuando creemos conocer a una persona, es posible que no lo hagamos; probablemente percibamos solamente su estado y su sentir más superficial. Empero tras esa capa de superficialidad se encubre toda una riqueza indescifrable, incomprensible para la sociedad externa, por lo que el individuo prefiere ocultarlo. Justamente por esta razón cada persona tiene una manera peculiar de percibir y aceptar al mundo, al contexto en el que vivimos. Mucho mérito ha hecho alguien que logra entender el entendimiento del otro, pues así es posible, pero sólo posible, que comience a descubrir el yo interno de ese otro.
Entonces, si la frase del inicio nos frena por un momento para pensar, ¿en qué debemos pensar exactamente? Debido a que cada persona recibe a la realidad del mundo de diferente forma, dependiendo de su realidad propia, ¿podemos acaso juzgarla por el modo en que lo hace? Nosotros no conocemos la realidad de los demás, por lo que no sabemos tampoco su forma de sentir. Si existe el dicho: “Piensa antes de hablar”, también debería existir uno que diga: “Piensa antes de juzgar”. Pues como las apariencias engañan, es posible asímismo que nuestros pensamientos nos engañen, y califiquen a un ser en nuestra realidad por algo que en su realidad no es. Es por eso que deberíamos intentar abrir nuestras mentes para así lograr entender la esencia de los que nos rodean, y valorarlos por lo que son y no por lo que parecen. Por algo somos humanos, no sólo contamos con nuestros cinco sentidos, los que nos hacen percibir únicamente la apariencia, sino también con una capacidad de análisis, de reflexión. Miremos más allá de nuestro entender, miremos más allá del mapa.
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